Descubriendo las curiosidades del encantador entorno rural de Japón

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¿Sabías que más allá de las gigantescas y futuristas ciudades japonesas se esconde un mundo lleno de tradiciones y encanto rural? En este artículo, te invitamos a sumergirte en algunas curiosidades fascinantes del entorno rural de Japón, donde podrás explorar tradiciones únicas, paisajes impresionantes y una conexión profunda con la naturaleza. Acompáñanos en este viaje para descubrir las maravillas que hacen de la vida rural en Japón una experiencia verdaderamente especial.

Casas tradicionales

La arquitectura tradicional de Japón antiguo y medieval, que abarcó desde 1185 hasta 1606, dejó una marca distintiva en el paisaje. Mientras que los ricos y poderosos vivían en castillos y mansiones, y los menos afortunados habitaban modestas casas de campo o vecindarios suburbanos abarrotados, una gran cantidad de japoneses de clase media residían en lo que se consideraba la casa japonesa por excelencia. Hasta el día de hoy, las características de estas casas siguen siendo populares, como las paredes de papel de arroz, las puertas corredizas y los biombos, así como los pisos cubiertos de tatamis y una estética minimalista en la decoración.

 

El enfoque arquitectónico japonés ha sido influenciado por la necesidad de resistir tifones, terremotos y, ocasionalmente, tsunamis. Además, el clima extremo del país, con veranos calurosos, inviernos fríos y fuertes lluvias estacionales, también influyó en las construcciones. Las casas japonesas antiguas y medievales fueron diseñadas para adaptarse a ellas y, en caso de desastre, reconstruirse fácilmente. Por eso, pocos edificios antiguos que hayan sobrevivido hasta nuestros días, pero el estilo y las soluciones arquitectónicas se han mantenido.

El sistema de clases estratificado de Japón jugó un papel importante en la arquitectura, ya que las autoridades promovían la idea de que cada persona tenía un lugar determinado en la sociedad, y la arquitectura reflejaba ese orden social. Por ejemplo, existían leyes suntuarias que prohibían a la gente común tener casas al estilo preferido de los samuráis. La clase samurái admiraba la arquitectura zen de los templos budistas y adoptaba su minimalismo y austeridad en sus propias casas. Con el tiempo, estas influencias se extendieron a las construcciones de las clases sociales inferiores.

En cuanto a los exteriores de las casas, se pueden identificar diferentes categorías en el Japón premoderno, como las casas de campesinos, de pescadores, de montaña y las casas urbanas. Aunque cada región tenía variaciones en función del clima y los materiales locales, existían características comunes. Por ejemplo, las casas rurales eran de un solo piso, construidas en madera y elevadas sobre columnas. Tenían pisos de tierra endurecida para cocinar y un área elevada con suelo de madera para dormir.

El cultivo del arroz

En lo que se refiere al cultivo del arroz, es fundamental resaltar su profunda conexión con el paisaje rural japonés. Los arrozales, junto con los bosques, arroyos y canales de riego, conforman el pintoresco paisaje conocido como satoyama. Estas tierras de cultivo no solo son un componente esencial del entorno, sino que también reflejan la interacción humana con la naturaleza a lo largo de los siglos.

En una típica comunidad satoyama, los campos de arroz se encuentran adyacentes a pastizales y bosques, marcando a menudo los límites entre aldeas. Estos paisajes han sido moldeados por la intervención consciente de las personas. Sin embargo, aunque fueron creados para satisfacer las necesidades humanas, estos entornos generan de manera indirecta un ecosistema que no solo sustenta a la comunidad local, sino que también proporciona un hábitat vital para una diversidad de especies animales y vegetales.

Los humedales preservados para el cultivo de arroz, por ejemplo, ofrecen un entorno óptimo para la alimentación, apareamiento, maduración de huevos y crecimiento de numerosas especies de peces, moluscos, insectos y anfibios que dependen del agua durante las primeras etapas de su vida. El arrozal se convierte así en un valioso refugio para la biodiversidad, donde múltiples formas de vida encuentran las condiciones adecuadas para prosperar. Así, Los arrozales japoneses representan un equilibrio armonioso entre la intervención humana y la naturaleza.

Ceremonia del té

La antigua y venerada ceremonia del té en Japón, conocida como Sado. En esta ceremonia, el verdadero valor no reside en la bebida en sí, sino en el proceso de preparación. Cada movimiento se convierte en una delicada coreografía que sigue un orden preciso, donde cada detalle cuenta. Se establecen múltiples normas de etiqueta que deben respetarse y apreciarse para honrar la esencia de la ceremonia.

Practicar el arte del Sado va más allá de simplemente disfrutar de una taza de té. Sus raíces se entrelazan con el budismo Zen, abrazando conceptos como la tranquilidad y la simplicidad al llevarse a cabo en una modesta habitación. Es un acto de conexión con la esencia misma de la calma y la apreciación de los momentos presentes.

Así, la ceremonia del té se convierte en una experiencia profundamente enriquecedora, una oportunidad para sumergirse en la belleza de la simplicidad y la armonía, mientras se disfruta de una taza de té que trasciende los sentidos y se convierte en una expresión de la cultura y la espiritualidad japonesas.

Los onsen

No podemos olvidar las relajantes aguas termales, conocidas como onsen, que son consideradas rituales de purificación tanto en el budismo japonés como en el sintoísmo. En los onsen, se sigue un protocolo particular que refleja el respeto por las tradiciones y la búsqueda de la armonía con la naturaleza. Al ingresar a un onsen, se deja atrás la ropa y cualquier traje de baño, ya que la norma dicta que se disfrute de las aguas termales en completa desnudez. Sin embargo, hombres y mujeres están separados en diferentes áreas. Este enfoque garantiza la comodidad y privacidad de los visitantes, permitiéndoles relajarse por completo y disfrutar de la experiencia.

Antes de sumergirse en las aguas termales, se sigue un ritual de limpieza. Se proporciona un taburete de madera y una pequeña ducha para lavarse meticulosamente. Algunos onsen incluso ofrecen la opción tradicional de lavado con cubetas de agua. Este paso es fundamental para garantizar la higiene personal y el respeto mutuo entre los visitantes. Una vez completado el ritual de limpieza, se trata de relajarse y disfrutar de las fuentes de aguas termales calientes y refrescantes. En los onsen, encontrarás una variedad de piscinas con diferentes temperaturas y propiedades terapéuticas. Al alternar entre el agua caliente y el agua fría, se estimula la circulación sanguínea y se promueve una sensación de bienestar en todo el cuerpo.

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